miércoles, 5 de mayo de 2010

Doubts (2)


Salí del hospital y fui corriendo hacia la boca de metro más cercana que encontré, me gusta creer que salí de allí corriendo porque llovía.
Una vez en el metro, me monté, no estoy seguro que líne cogí, de lo que si que estoy seguro es de que estuve una hora allí sentado, con la cabeza entre los brazos, sin atreverme a llorar, hasta que me decidí a bajar del tren. Estaba muy lejos del hospital, sí, pero también de mi casa. Decidí entrar en una cafetería que había cerca de la parada del metro, era muy pronto hasta para mí para meterme en un bar, para tomar un café mientras pensaba. Después de darle vueltas a la cabeza acerca de mi cobardía y lo que debía y no debía hacer respecto a mi novia, el hospital, y su familia, me estudié el plano del metro, busqué la forma más facil de llegar a Vicálvaro desde el Alto de Extremadura. Calculé el tiempo y eché más o menos una hora de trayecto así que en cuanto subí al metro, me decidí a dormir, todavía no era ni el mediodía pero sentía como si fueran las dos de la madrugada. No podía dormir.
En un momento dado, el metro paró en goya, ahí es donde vivía mi novia con sus padres. Decidí afrontar la situación, bajar del metro y hablar con los padres.
Caminé, hasta que llegué a la calle en la que vivía,justo al lado del Palacio de los Deportes, me encaramé al telefonillo y justo antes de apretar el botón, oí una voz que me llamaba. Era su madre, al contrario de lo que había pensado, me acarició la cara y me dio un largo abrazo. Después, me invitó a pasar.
Hablamos largo y tendido y yo intenté explicarle lo que pasó, le conté que intenté persuadir a su hija para que no montara en la moto sin el casco, pero que finalmente yo accedí simplemente por verla sonreir. Me invitó a comer, su marido debía llegar después de comer, a eso de las cinco o las seis de la tarde. Ese día, llegó antes.
Cuando abrió la puerta y me vió se enervó, pero antes de que pudiera abrir la boca, la madre de mi novia se lo llevó a la cocina, después de diez minutos aparecieron los dos por la puerta del salón.
El padre, se acercó a mí y me dio dos palmadas en la espalda, lo recuerdo perfectamente porque un amigo mío me dijo que si tu suegro te daba una palamada en la espalda es que confíaba en ti, si te dejaba la mano puesta en la espalda es que mejor que te alejaras de su hija y si te daba dos palmadas en la espalda es que te faltaba poco para perder toda su confienza pero que aún confíaba en ti. Eso me alivió.
Una hora más tarde, después de haber tomado dos cafés y de haber vuelto a explicar la historia viendo como la madre de mi novia sollozaba por mi culpa, decidí irme.

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